Un día estando en casa, aburrido (con pocas cosas que hacer por no decir nada), recibí una llamada de un número bastante extraño a la cual no iba a contestar porque he tenido algún problema de llamadas fraudulentas, pero aun así lo cogí. En ese momento me comentan que llaman de la universidad, que me han seleccionado como voluntario para participar en el proyecto de Zifios en El Hierro, Ecología y Conservación. Me quedé atónito porque daba por hecho que nunca me iban a llamar porque me había apuntado hacía mucho tiempo y no tenía la esperanza de que me seleccionaran. Les dije que sí sin pensármelo dos veces, sin saber nada más, solo que tal día nos íbamos y regresábamos dos semanas después. No sabía quién más iba, pero poco a poco, preguntando en la facultad me encontré con Ninoska, que también la habían seleccionado y más adelante también me enteré que Borja también iba, ¡fantástico! Al menos dos personas que conocía.
Poco a poco nos iban dando más información, qué teníamos que llevar, dónde íbamos a alojarnos y poco más. Mi mayor temor en ese momento fue que íbamos en barco hasta El Hierro, y es que la verdad nunca antes había sido un amante de viajar en barco o incluso pasar mucho tiempo en uno, es más, cuanto menos mejor.
Nos íbamos un domingo y recuerdo que la noche anterior vinieron unos amigos al piso donde vivo y nos montamos una buena fiesta, lo mejor era que a las 5 tenía que estar en un sitio donde nos esperaba Crístel, la coordinadora de la campaña persona la cual no conocía ni sabía quien era. Esa noche no dormí, sólo sé que cogí mis bártulos y a las 5 estaba en el sitio acordado. Allí me encontré con Borja y Nino, conocí a Crístel y la profesora Natacha y una chica que se llamaba Patricia. Hicimos tetris para poder poner tantos bolsos en el Jeep y nos metimos como pudimos los 4: Crístel al volante, alguien de copiloto no recuerdo quién y el resto en el asiento trasero muy mal puesto porque casi había espacio.
Pusimos rumbo al puerto de Los Cristianos, me moría del sueño y ya no hablo de la resaca. Mientras esperábamos en el puerto y hablábamos de sirenas apareció Agus, otra integrante del proyecto, y subimos a la cafetería para “desayunar”. Mientras ellos comían algo yo solo quería meterme en el barco para dormir un poco y así no marear y descansar algo, pero la sorpresa llegó cuando la profesora nos dijo que teníamos que ir avistando…. Algo que intenté pero que no llegué a conseguir por diversos motivos.
Llegamos al puerto de La Estaca, ¡¡al fin pisaba tierra!! Pusimos rumbo a La Restinga, nuestro campamento base en unos apartamentos y el barco en el puerto. Nada más llegar, comenzamos a descargar todo el material y la comida, recogimos el piso, nos repartimos camas, alguna explicación rápida y a partir de ahí nos dividimos en dos equipos, uno que iba al barco a limpiarlo y prepararlo y otro en el apartamento para empezar a preparar el material necesario. Dije que quería ir al barco sin pensármelo y ¡fue genial! Vimos un par de grupos de delfines y un gran banco de caballas con un importante averío de pardelas: espectacular.
Regresamos a puerto con todo listo para comenzar al día siguiente la campaña. Después de cenar y más indicaciones del trabajo a desarrollar y una charla sobre identificación de zifios y algún que otro cetáceo, tocaba cama después más de 26 horas despierto, mi cuerpo lo agradeció demasiado.
El primer día de campaña me tocó barco, y como no, mi dosis de biodramina. Día espectacular con delfines de dientes rugosos, mulares, moteados, un rorcual tropical y con un grupo de zifios de cuvier.
Al día siguiente tocaba estación de tierra, prismáticos y big eyes durante todo el día al sol, intentando escudriñar el Mar de Las Calmas para intentar encontrar algo, cosa que era complicada por la nula experiencia pero que poco a poco fue incrementando. Este día había llegado el último integrante, Marcel, experto ornitólogo y que con sus historias y vivencias en las campañas en las que ha participado nos entretuvo bastante a parte de abrir a más de uno la mente.
Durante estos días la profesora nos mandó a hacer una presentación sobre lo que hacíamos allí, aparte de otra sobre los voluntarios y un pequeño trabajo de investigación con los pescadores que dio fruto a un pequeño proyecto que ahora tenemos entre manos los que estuvimos de voluntarios en esa campaña.
A medida que pasaban los días nos enfrentamos a las inclemencias del tiempo: mala mar, calima horrorosa, viento… recuerdo que estuvimos a punto de suspender la campaña a la semana de estar allí y que al final apuramos al máximo porque el tiempo comenzó a mejorar. Patricia se tuvo que ir y llegó Manu de reemplazo, habiéndolo avisado la noche anterior a la marcha de Patri en mitad de carnavales. Este día salimos al mar pero solo por la mañana ya que el tiempo empeoraba a partir del mediodía, no recuerdo si vimos algo interesante, pero lo que si recuerdo fue la vuelta a puerto, con olas de 3 metros: Agus agarrotada a los mandos del Punta Ballena y Borja, Marcel y yo como si no pasara nada mientras el barco subía y bajaba cual montaña rusa entre las olas.
No todo era trabajo, también disfrutamos de una barbacoa con pescado fresco de la isla, risas, anécdotas, etc. en un sitio tan mágico como lo es Tacorón.
Uno de los días que no salimos al mar por mal tiempo nos fuimos a dar una vuelta por la isla, visitando el bosque verde, una charca en Frontera donde aparecieron dos patos americanos, uno de los cuales era la primera vez que se veía allí. Seguimos hacia el Verodal y en una playa cerca encontramos a un pez enorme con el que estuvimos intrigados porque ni los pescadores a los que preguntamos lo habían visto antes. Al final resultó ser un pez de profundidad que no se explota en la isla y que muy rara vez es capturado: Alepisaurus ferox.
Pasaron los días volando, creamos muy buenos lazos entre todos, conseguimos pillar otro grupo más de zifios de cuvier y hasta un día vimos otro rorcual tropical haciendo embestidas laterales las cuales disfrutó el Punta Ballena.
Después de esta gran experiencia me enteré de otro proyecto de la universidad en el que Marcel tiene gran presencia y en el cual estoy participando. Este proyecto se llama Cetavist y hablaré de él más adelante, de resto llegué con la ilusión de saber más a cerca de la identificación de cetáceos, de lo que te pueda deparar el mar en una salida o lo bella que es la naturaleza cuando la ves en su plena actividad, no tras un cristal o una reja.
He aquí, tras esta experiencia, el inicio de una gran pasión: el gran azul y sus habitantes.